martes, 23 de abril de 2024

Henryk Górecki - Church Songs (2023)



La personalidad de Henryk Górecki, poco amigo de los focos y de la fama, hizo que su obra nunca haya sido todo lo conocida que debería. De otro modo no se explica que, tras el tardío éxito de su tercera sinfonía, convertida en éxito mundial y en superventas extraordinario para lo que es el mundo de la música clásica, todavía queden muchas obras suyas inéditas. La que comentamos hoy es otra más de ese catálogo publicada tras el fallecimiento del compositor polaco en 2010. Se trata de sus “Church Songs, Op.84”, escritas en 1986 pero de las que no tuvimos noticia hasta 2013. Una colección de canciones religiosas (el principal motor creativo de Górecki) compuestas en una época en la que este tipo de obras eran la principal ocupación del polaco. De los mismos años, por ejemplo, son sus “Five Marian Songs” (1985), sus “Two Marian Hymns” (1986) o su “O Domina Nostra” (1985), todas ellas dedicadas a la figura de la Virgen María.


Górecki siempre fue un católico ferviente pero eso tardó en reflejarse en una obra musical que hasta los años setenta apenas tuvo influencia de la religión, algo que probablemente tuvo que ver con el régimen comunista de Polonia, que, digamos, en sus primeras décadas no promocionaba especialmente la aparición de este tipo de obras. Con la ascensión al pontificado de Juan Pablo II, polaco como Gorecki, el músico terminó la composición de su “Beatus Vir”, encargo del propio Papa cuando aún era cardenal en Cracovia. La obra pasó bastante desapercibida y el compositor, sintiéndose incomprendido, se recluyó y dejó los conciertos para dedicarse a la composición en un ambiente hogareño alejado del público y de la academia.


En ese ambiente de recogimiento, Górecki encontró un libro de canciones para la liturgia recopilado en el S.XIX por Jan Siedlecki. De ahí salieron los dos ciclos marianos de canciones citados antes y esta selección de canciones eclesiásticas que comentamos hoy, recopiladas y publicadas por Mikolaj, hijo del compositor, en 2013. Este ciclo de veinte canciones a capella fue grabado el año pasado por el Polski Chór Kameralny dirigido por Jan Lukaszewski y publicado por el sello Ondine.


Los que conozcan la obra coral de Górecki no van a encontrar en la colección ninguna sorpresa. Desde el inicio con la bellísima y muy lírica “O Virgo Maria” asistimos a una sucesión de melodías bien construidas y con ese toque delicado que muchos verán cursi y que aparece en muchas obras de otros músicos actuales procedentes del antiguo bloque comunista como Vladimir Martynov o Valentin Silvestrov. “Sicut parvi amplectamur” tiene trazas del “tintinnabuli” de Arvo Pärt mientras que “Veni, o mater terrae” y “O mater semper alma”, esta última con alguna referencia a “O Domina Nostra” recuerdan formas antiguas, propias de la primera polifonía pero eso es algo común a casi toda la escritura para voces de Górecki. “Nunc avemus et laudeamus” regresa a las estructuras meditativas y nos acerca al universo musical de John Tavener, con quien tantas veces se ha comparado al propio Górecki. “Ave, carmina milia” es otro ejemplo de melodía inspirada que nos deja con la brevísima “O stella caeli”, una miniatura muy divertida tras la que llega “Sanctus, sanctus, sanctus”, sin ninguna sorpresa, para cerrar el primer CD de la colección con la extensa “Domine Deus”.




La segunda parte comienza con “Popule meus”, tranquila y reposada que nos lleva a “Pie Jesu, pastor alme”, otra clara muestra del estilo de su autor y de lo que alguien dio en llamar “minimalismo sacro”. “Jesu Christie, frater noster” continúa con la línea de estatismo luminoso de buena parte de las canciones y “Pater noster, omnipotens Deus” nos vuelve a recordar a Tavener. Seguimos con dos canciones cortas, “Ave, lauderis” y “Christi crux” para llegar a “Jesus Christus resurrexit”, una construcción casi perfecta a base de capas diferentes que van ascendiendo y apagándose una tras otra. “Beati qui eligunt Joseph” tiene un tono más oscuro, casi de réquiem que contrasta enormemente con la alegría contagiosa de “Salve mater matris Jesu”. “Jam conclamamus”, en cambio, nos suena más a villancico, con alguna lejana referencia al popular “adeste fideles” y cierra la serie “Audi clamantes, audi plorantes” en un tono más folclórico que el resto.




Creemos que este “Church Songs” de nuestro admirado Henryk Górecki es una excelente escucha para momentos de tranquilidad, para alejarse de todo durante casi dos horas y disfrutar de una música profunda y con contenido. No todas las obras del compositor polaco, pese a su fama, ofrecen esta posibilidad ya que, pese a una cierta continuidad en su estilo, especialmente en los últimos años, tiene muchas composiciones con momentos de tensión y sobresaltos, algo que aquí no encontramos.




viernes, 12 de abril de 2024

Olafur Arnalds - For Now I Am Winter (2013)



Muy pocos son los músicos que se resisten a incluir canciones en su repertorio por mucho que su carrera se haya cimentado siempre sobre piezas instrumentales. En el caso de Olafur Arnalds tampoco es que tuviéramos que esperar mucho ya que fue en su tercer LP cuando decidió incorporar un vocalista para cantar algunos textos, coincidiendo con el momento en que empezó a publicar también bandas sonoras, al margen de sus habituales discos por lo que podemos pensar que el músico islandés estaba en una época de exploración y cambios. Pese a lo dicho, no debería el lector esperar grandes diferencias entre sus trabajos anteriores y este “For Now I Am Winter” (2013) por más que a la presencia de canciones se una por primera vez una orquesta completa. En el apartado vocal tenemos que mencionar la particular voz del cantante islandés Arnor Dan, frágil, quebradiza por momentos pero enormemente expresiva en la línea de otros vocalistas contemporáneos como Anohni, especialmente en su época con Antony and the Johnsons.


Además de Dan, acompañan a Olafur en el disco, Petur Jonsson (guitarras) y los miembros de la Icelandic Symphony Orchestra. Los arreglos para la misma están realizados por otro viejo conocido nuestro como es Nico Muhly. Arnalds, por su parte, se encarga del piano y los sintetizadores.


“Sudden Throw” - Abre el disco un precioso tema de corte ambiental a base de capas de sintetizadores sobre los que escuchamos una serie de cadenciosos acordes de piano. Mediada la pieza aparecen las cuerdas que van in crescendo añadiendo matices y ritmo hasta el final.


“Brim” - El segundo corte es completamente diferente y está marcado por un ritmo vivo a cargo de un cuarteto de cuerda de clara inspiración minimalista de la rama de Michael Nyman o Wim Mertens. Se refuerza la sección rítmica con programaciones electrónicas que marcan un bonito contraste ahora y en el final de la pieza al que se llega después de un breve interludio atmosférico.


“For Now I Am Winter” - El tema central del trabajo regresa a los sonidos tranquilos del primero y sirven de soporte para la primera intervención de Arnor Dan en su estilo lleno de delicadeza. Con las sucesivas repeticiones del estribillo, en el que podemos disfrutar de bonitos juegos vocales, se añaden a la mezcla algunos suaves ritmos electrónicos, nada invasivos, que dan un toque interesante a la canción.




“A Stutter” - El piano reclama ahora su cuota de protagonismo en la introducción de la segunda canción de Arnor que tiene un esquema más convencional que la anterior. Es una balada extremadamente lenta y con los papeles muy repartidos entre los distintos participantes: piano al principio, voz después y violines unidos a ambos y a los sintetizadores en el final.


“Words of Amber” - Los esquemas minimalistas vuelven a aparecer, esta vez en forma de pieza para piano. Es una composición de gran sencillez llena de matices sonoros en toda la parte electrónica, sutil en todas sus capas y de una fragilidad conmovedora. Quizá sea la composición más inspirada de todo el trabajo y, desde luego, es una de nuestras favoritas.




“Reclaim” - Casi de forma inesperada nos introducimos en profundidades desconocidas con la orquesta entrando de repente con una introducción llena de gravedad. Entra entonces la voz de Arnor para cantar un par de estrofas y a continuación todo cambia con las cuerdas acelerando y construyendo un ritmo vivo y animado que nos recuerda al español Joan Valent. El cantante abandona por un momento sus registros más delicados para cantar de una forma más convencional y cercana al pop. Esa curiosa mezcla de estilos e instrumentación, a la que se unen de nuevo los ritmos electrónicos, tiene también muchas similitudes con determinados trabajos de Sufjan Stevens.


“Hands Be Still” - El tema comienza con un aire que nos hace pensar que estamos ante una sencilla transición electrónica hacia la siguiente composición pero conforme avanza nos damos cuenta de que hay más. A los sencillos acordes iniciales se van sumando los violines y algunos efectos electrónicos que van enriqueciendo la escucha. Casi sin darnos cuenta, el tema va disolviéndose hasta desaparecer como la niebla en el amanecer hasta acabar fundiéndose con la siguiente pieza.


“Only the Winds” - El piano va surgiendo de entre las últimas notas del tema anterior y va dejando notas salpicándonos aquí y allá mientras, de fondo, surgen los violines y una base electrónica que va ocupándolo todo sin prisa pero sin pausa. Un tema extraordinario que podía haber formado parte junto con el anterior de una única pieza.


“Old Skin” - Olafur nos muestra ahora su cara más juguetona y casi infantil en la introducción de piano de esta canción, un divertimento delicioso con aire de cajita de música y una atmósfera mágica. Arnor Dan explora al máximo los registros más agudos de su voz en una intervención que es la que más nos recuerda a la anteriormente citada Anohni. Sin duda alguna, estamos ante una de las mejores canciones de todo el trabajo en la que destaca también lo cuidado de la producción.




“We (Too) Shall Rest” - Llegamos a la pieza más corta del trabajo, apenas dos minutos, que es un sencillo cuarteto de cuerda sin mucha evolución. Notas largas y lentas que se suceden en una transición (ahora sí) que no parece tener más intención que la de llevarnos a los últimos temas del disco.


“This Place Was a Shelter” - El penúltimo de ellos nos recibe con un piano romántico, “chopiniano” (años más tarde Olafur hará su propio disco dedicado al compositor polaco), que enseguida se ve acompañado por la orquesta, los sintetizadores y las cajas de ritmo para cerrar con una curiosa intervención de la guitarra eléctrica de Petur Jonsson, sorprendente por inesperada al principio pero muy acertada tomada dentro del conjunto.


“Carry Me Anew” - Cerrando el disco tenemos otra composición ambient, esta vez en la acepción más clásica del término y es que bien podría haberla firmado el Brian Eno de “Apollo” por poner un ejemplo. Sonidos etéreos que progresan lentamente para desaparecer sin dejar rastro dejandonos un inmejorable sabor de boca.



Este “For Now I Am Winter” fue el primer trabajo que escuchamos de Olafur Arnalds hace ya unos cuantos años después de haber recibido muchas recomendaciones sobre su música. Quizá por eso le tenemos un cariño especial pero es que, además, es un gran disco. Hay algo que tienen en común muchos músicos de la misma cuerda que Arnalds y de los que hemos hablado aquí a menudo (los Richer, Frahm, Johannsson...) y es que por su estilo tan particular y, en cierto modo, rígido, no suelen plantear grandes desafíos ni asumir demasiados riesgos a la hora de componer una obra nueva. Eso da como resultado carreras muy homogéneas sin apenas altibajos y por ello es difícil escoger un trabajo favorito en medio de una discografía de un nivel muy similar. Si acaso, el hecho de que aquí haya cuatro canciones más o menos convencionales, puede ser un buen argumento para que aquellos que no lo conozcan se acerquen por primera vez a su música. Desde luego, nosotros lo recomendamos.

domingo, 31 de marzo de 2024

Tangerine Dream - Thief (1981)



Aunque ya habían hecho la banda sonora de “Sorcerer”, de William Friedkin, unos años antes, podemos considerar “Thief” como el verdadero debut en Hollywood de Tangerine Dream por muchos motivos. Como contaba Edgar Froese, cuando se les contrató para hacer la música de “Sorcerer”, entregaron el material antes incluso de que se empezase a rodar la película y fueron luego los encargados del montaje los que decidieron qué partes de la música utilizar y dónde encajarían dentro del film. Con “Thief” fue diferente. El encargo surge de una recomendación del propio Friedkin a Michael Mann para que contratase a la banda alemana. Mann aún no era el director de culto que es hoy en día y apenas había rodado algunas series y una película para televisión por lo que tampoco tenía tanto donde elegir para el que sería su debut en la gran pantalla así que hizo caso a su amigo y contrató a la banda de Froese.


Mann envió a la banda un VHS con un montaje casi cerrado de la película a mediados de 1980 junto con algunas indicaciones de cómo quería que sonase la música en cada momento y los miembros de Tangerine Dream aprovecharon una gira por los Estados Unidos poco después para entregar al director una versión preliminar del trabajo y para contrastar con él el resultado. De aquella reunión salieron varias sugerencias que pudieron influir para mal en las críticas que recibió la música tras el estreno de la película ya que el director insistió en que quería algo frío y mecánico lo que hizo que alguna parte terminara por ser demasiado obsesiva (“irritante” llegó a decir Schmoelling en su momento). Michael Mann quería que la música fuera parte importante de la experiencia del espectador y escogió para lograrlo una mezcla del sonido que en algunas escenas tenía un volumen desacostumbradamente elevado para lo habitual en el cine hasta entonces. Incluso intentó cambiar otras cosas llegando a agotar la paciencia de Froese quien contaba que “Mann tenía muy claro cómo quería que fuera la banda sonora. Nosotros ya teníamos todo compuesto así que le explicamos todo sobre técnicas de grabación, mezcla y masterización, le dimos las cintas y le dijimos: ahí lo tienes, hazlo como te guste. Tras tres o cuatro días intentándolo sin resultados que le convencieran, Mann desistió de intentarlo y se quedó con la música tal y como se la entregamos”. A última hora, sin embargo, el director vio que necesitaba alguna cosa más para una escena concreta pero la banda ya estaba en otros asuntos y no le iba a ser posible componer nada más por lo que Mann recurrió al compositor Craig Safan (quien poco después haría la banda sonora de la serie “Cheers”) para escribir alguna pieza más que solo aparecería en la versión para el mercado americano de la banda sonora.


En aquel momento, Tangerine Dream era una banda adaptándose aún al último cambio de miembros con la incorporación de Johannes Schmoelling. El teclista ya había participado en “Tangram” y en los conciertos que dieron lugar al disco “Pergamon” aunque su integración “creativa” en la banda no sería completa, probablemente, hasta el siguiente trabajo de estudio: “Exit”. En todo caso, tengamos claro que el tercer miembro de la banda en “Thief” junto a Edgar Froese y Christopher Franke es Schmoelling y no Peter Baumann como se indica erróneamente en alguna reedición del disco.


“Beach Theme” - El disco comienza de un modo sorprendentemente melódico para lo que era la música de Tangerine Dream hasta la fecha pero eso iba a ser una característica importante en la etapa de Schmoelling en la banda. Es una pieza tranquila con un cadencioso ritmo de batería que según algunas fuentes fue una adición posterior por orden de Michael Mann y sin permiso del grupo. El tema central está interpretado a la guitarra eléctrica y los sintetizadores hacen funciones fundamentalmente de apoyo. Un buen tema para abrir el trabajo.




“Dr.Destructo” - La percusión es la principal protagonista en una pieza muy rítmica en la que de nuevo la guitarra tiene un gran peso aunque esta vez en un tono mucho más oscuro y agresivo. El corte es monótono y habría que ver su encaje con las imágenes de la película porque como escucha independiente no termina de funcionar del todo bien.


“Diamond Diary” - Continuamos con el tema más largo del disco (el único que supera los diez minutos de duración). El inicio es ambiental con diferentes capas de sintetizadores que se superponen unas a otras y recuerdan por el tipo de sonido a algunos momentos del disco “Force Majeure” (1979). Según avanza la música, la luminosidad inicial se disipa y aparecen matices más tenebrosos que desembocan en un espectacular juego de secuencias marca de la casa complementado de nuevo con las guitarras eléctricas. En la segunda mitad empieza a definirse lo que será el sonido de la banda en los ochenta con mucho sintetizador digital, sonidos menos elaborados y melodías muy sencillas. Unos Tangerine Dream más accesibles y con algo menos de gancho que en la etapa anterior pero que aún suenan atractivos.


“Burning Bar” - Llegamos a una de nuestras piezas favoritas del disco, llena de sabor setentero y aromas de la Escuela de Berlín: una secuencia electrónica muy atractiva adornada por todas partes con efectos y sonidos de esos que hacen las delicias de los aficionados al género. La melodía aparece más tarde y es extremadamente sencilla (apenas unas notas agrupadas de dos en dos). La lástima es que la composición no dure un poco más porque, un poco más trabajada, podría haber sido algo similar al “Arpegiator” de Jean Michel Jarre, compuesto más o menos por las mismas fechas.




“Beach Scene” - En las bandas sonoras es habitual que se repitan motivos y en este caso podemos escuchar una variación de la composición que abría el trabajo con algo más de énfasis en los teclados y un mayor desarrollo que ya podemos apreciar desde la introducción, más ambiental y larga que en el corte inicial. Esta pieza no aparecía en la versión americana de la banda sonora, que contenía en su lugar la pieza de Craig Safan que mencionamos antes, pero sí formaba parte de las ediciones europeas.


“Scrap Yard” - Volvemos a la electrónica secuencial con un toque melódico centrado en un pegadizo motivo que se repite continuamente. Es algo que va a caracterizar la evolución de la música de la banda en esta década y que ya se apuntó en el citado “Force Majeure” o en “Stuntman” (1979) de Edgar Froese en solitario. Como nos pasa con muchos de los cortes del disco, el mayor problema que le vemos es la corta duración, seguramente motivada por el hecho de que es música destinada a acompañar una escena concreta de la película. El potencial de este tipo de piezas se nos antoja realmente mucho mayor.




“Trap Feeling” - Llegando al final del disco nos encontramos el tema más ambiental del trabajo. Solo capas de sintetizadores con algún ligero efecto sonoro. Nada de batería, guitarras o potentes secuencias y, sin embargo, nos gusta mucho, especialmente si lo tomamos como una transición hacia el corte final.


“Igneous” - El cierre no es realmente una composición nueva sino una nueva mezcla más reducida de “Thru Metamorphic Rocks”, esa espectacular locura que cerraba el disco “Force Majeure” del que esta banda sonora se podría considerar como una especie de hermana pequeña pese a que en aquel trabajo aún no estaba Schmoelling.


Pese a las fricciones iniciales, la relación entre Mann y Tangerine Dream fue buena y, de hecho, les encargó una banda sonora más: “The Keep”. De todas formas, la acogida popular de la música no fue del todo buena en un primer momento. Quizá por la falta de costumbre del público a la hora de escuchar una banda sonora, no ya electrónica, sino principalmente secuencial, hubo muchas opiniones negativas que llevaron, incluso, a la nominación de Tangerine Dream a los premios “Razzies” de 1981 a la peor banda sonora del año. Sin embargo, si hablamos de crítica profesional, la cosa cambiaba mucho y las reacciones y críticas fueron muy buenas lo que abrió de lleno el mercado americano de las bandas sonoras para la banda hasta el punto de firmar más de quince en lo que quedaba de la década de los ochenta. Estas eran, en su mayoría, trabajos que la banda utilizaba como vía de financiación para adquirir nuevos equipos y mejorar, en general, las condiciones para su producción posterior. No hemos escuchado buena parte de esas músicas pero las que conocemos no nos parecen tan inspiradas como esta de “Thief” que tiene como mayor “pero” su escasa duración de apenas 40 minutos.