jueves, 4 de abril de 2013

Delta Saxophone Quartet - Minimal Tendencies (1998)



A mediados del siglo XIX, Adolphe Sax patentaba un invento que pretendía combinar la potencia y capacidad sonora de los instrumentos clásicos de viento-metal con la versatilidad y expresividad de las maderas. Sax, hijo de un propietario de una tienda de instrumentos musicales contó con todo el material y las ideas necesarias a su disposición desde muy pequeño y fruto de ellas fue un instrumento que no tardó en hacerse popular y en introducirse, primero en las bandas callejeras y militares y más tarde en la propia orquesta clásica convirtiéndose, además en uno de los instrumentos más reconocidos de todo un género como es el jazz.

Poco a poco, el saxofón fue incorporándose a la orquesta y varios compositores le hicieron un hueco en sus partituras. Ravel, Bizet, Debussy, Glazunov, Milhaud o Hindemith escribieron obras con protagonismo del nuevo instrumento. También los grandes de la música rusa encontraron un sitio para el saxofón y hablamos de Prokofiev, Rachmaninoff o Shostakovich, pero donde podemos afirmar que el invento de Adolphe Sax ha tenido un papel casi imprescindible en el ámbito de la música clásica es en todos los movimientos que surgieron alrededor del llamado minimalismo el los años sesenta. Prácticamente todos los grandes representantes del género utilizaron saxofones a destajo y en sus respectivas bandas había varios intérpretes de esos instrumentos. Precisamente a estos músicos es a los que quiso dedicar Chris Caldwell la primera grabación publicada por su grupo, el Delta Saxophone Quartet, y el fruto de ese trabajo es el disco que hoy os comentamos. Integran el cuarteto Stephen Cottrell (saxo soprano y alto), Peter Whyman (saxo alto y barítono), Gareth Brady (saxo tenor y soprano) y Chris Caldwell (saxo barítono).

Con el paso de los años, el saxofón se ha ido perfeccionando y ha evolucionado en distintas variantes con sus tesituras particulares llegando a surgir una formación más o menos común como es el cuarteto de saxofones, a imagen de los clásicos cuartetos de cuerda aunque con una variación. Si el cuarteto de cuerda convencional consta de dos violines, una viola y un violonchelo, el de saxofones está normalmente integrado por cuatro instrumentos distintos, el saxo soprano, el alto, el barítono y el tenor. En 1984, el citado Caldwell formó su propio cuarteto de saxofones con el que comenzó a tocar el escaso repertorio disponible primero y a encargar más tarde obras específicas para su formato a diferentes compositores de modo que colaboraron estrechamente con nombres como los de Gavin Bryars, Graham Fitkin o Terry Riley. Tras mucho tiempo tocando este tipo de repertorio, en 1998, el cuarteto grabó su primer disco. Como les ocurre a muchos de los músicos encuadrados bajo la denominación de “minimalismo”, tampoco Caldwell se encontraba cómodo trabajando con es calificación pero, entendiendo que era un nombre que había hecho fortuna a nivel popular, no dudó en utilizarlo con ciertos matices para el título del disco, que en lugar de “música minimalista” o algo similar, fue “tendencias minimalistas”. El repertorio: varias obras de algunos de los artistas más representativos de dicha corriente.


Imagen de los integrantes del Delta Saxophone Quartet.

Abriendo el disco tenemos “New York Counterpoint” de Steve Reich, una pieza en tres movimientos escrita inicialmente para clarinete (que debía ser doblado hasta en diez pistas más con la ayuda de cintas magnetofónicas) y forma parte de una serie de obras para instrumento solista y cinta cuyo denominador común es la palabra “contrapunto” en el título y fue escrita en 1985. El arreglo para cuarteto de saxos fue realizado con la supervisión del compositor. Como en muchas otras piezas de la época, los movimientos de la pieza se alternan entre “rápido”, “lento” y “rápido”. El primero de ellos nos muestra al cuarteto como una masa coral que interpreta una música oscilante e hipnótica con algunos momentos de protagonismo de uno de los saxos como solista. El segundo movimiento nos recuerda a un péndulo que va y viene con un ritmo lento y constante mientras que el tercero es el más jazzistico de los tres y tiene un ritmo alegre muy pegadizo.

Tras Reich llega Philip Glass. A pesar de haber escrito alguna que otra obra específicamente para cuarteto de saxofones, el Delta Saxophone Quartet escoge una composición distinta para el disco. En 1983, Glass compone una de sus bandas sonoras más conocidas para la película “Mishima”. En aquella partitura había varios fragmentos interpretados por el Kronos Quartet que un tiempo después fueron reescritos por el autor conformando el que se conoce como su Cuarteto de Cuerda No.3. Esa versión es la que se toma como base para la trascripción de la partitura que escuchamos aquí. A pesar de lo complicado que resulta comparar versiones tan diferentes, creemos que la música de Mishima tiene una interesante nueva lectura a través del Delta Saxophone Quartet con alguno de los movimientos (particularmente el segundo, mucho más lento que el original) que ganan en expresividad y otros como el tercero que se dirían escritos para este formato por el ritmo casi jazzistico que lo domina.

El tercer compositor incluido en la colección es el británico Gavin Bryars, uno de los primeros compositores con los que colaboró el cuarteto, antiguo miembro de la banda de Steve Reich. “Alaric I or II” fue encargada específicamente por el cuarteto a Bryars. Comenta Stephen Cottrell, miembro de la formación, que pasaron mucho tiempo con Gavin hablando sobre el saxofón y sobre qué tipo de música no se adaptaba bien al cuarteto y cuál, en cambio, lo hacía mejor. A la hora de escribir la pieza, Bryars se quedó sólo con música del primer grupo. Bromas aparte, la partitura rompe la formación tradicional del cuarteto de saxos utilizando dos saxos sopranos, uno alto y uno barítono (prescindiendo del saxo tenor y asemejándose más a la configuración de un cuarteto de cuerda). Con todo, la pieza, técnicamente muy difícil en palabras de Cottrell, es una buena muestra de la escritura de su autor. El título denota el gran sentido del humor del músico británico ya que está dedicado al monte Alarico, en Francia, llamado así en honor del rey visigodo. Como fueron dos los monarcas con ese nombre y se desconoce a cual de los dos corresponde el honor de verse representado por el monte, Bryars optó por titular la obra “Alarico I o II”.


Michael Nyman tiene su sitio en el disco por medio de sus “Songs for Tony”. Explica el propio músico que en la Nochebuena de 1992 comenzó a escribir un cuarteto para saxofones y cómo unos días después recibió la noticia de la muerte del que fue su manager Tony Simmons tras una larga lucha con el cáncer. En aquel momento decidió romper todos los bocetos del cuarteto y escribir una serie de canciones en memoria de su amigo. Cada una de ellas tendría un “aria” interpretada por una de las voces del cuarteto mientras que las otras servirían de acompañamiento. La primera de las canciones fue una adaptación de otra recientemente escrita que llevaba el título de “Mozart on Mortality” y que giraba alrededor de un texto del propio Mozart que decía “puede que no llegue a ver otro día” que a Nyman le pareció completamente apropiado para la ocasión. La segunda de las canciones era otra adaptación, en este caso de una de las melodías de la banda sonora de “El Piano”, el último gran contrato cinematográfico que Simmons consiguió para su protegido. La tercera canción de la serie, era una composición inédita que Nyman guardaba para una ocasión especial mientras que la cuarta, la más lúgubre de todas fue compuesta especialmente para la ocasión a modo de canto fúnebre aunque tenía una luminosidad especial en algunos instantes, lo que la convertía en el colofón perfecto para la obra.

Cerrando la colección tenemos a un músico que no podía faltar en una selección de “tendencias minimalistas”: Terry Riley”. La pieza escogida data de 1964 y fue concebida para un pequeño grupo de músicos de número indeterminado. En la grabación del disco, los miembros del Delta Saxophone Quartet se toman la libertad de doblar sus pistas convirtiéndose, de hecho, en un octeto, lo que encaja perfectamente con la libertad interpretativa que lleva implícita toda obra de Riley por expreso deseo de su creador. Si somos estrictos con la cronología del movimiento minimalista, ésta sería la única obra del disco propiamente perteneciente a la época fundacional de ese estilo. Tenemos así un cierre muy adecuado para recordarnos de dónde viene todo.


Consideramos este “Minimal Tendencies” que hoy hemos comentado como un disco muy interesante para introducirse en un género nada fácil de asimilar en un primer momento. Por un lado nos presenta obras de una escucha amable como las de Nyman o Glass que permitirán un acercamiento menos traumático al minimalismo y por otra parte, los familiarizados con el género podrán disfrutar de versiones bastante diferentes en cuanto a formato de las que habrán escuchado anteriormente. Por todo ello, recomendamos la adquisición del disco, algo que se puede hacer en los enlaces acostumbrados:

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